Link a la primera parte
La lluvia comenzó a caer enérgicamente. El momento de mayor tensión de su vida había pasado, dejando el camino libre a la calma. Cada músculo de su cuerpo se relajó, permitiéndole volver a respirar.
Ni bien el monstruo había ingresado a la habitación, ella lo sorprendió con un rápido y certero disparo en la entrepierna, volándole completamente el miembro viril. Luego, gracias a las clases de defensa personal que había tomado durante los últimos meses, logró inmovilizarlo y dejarlo inconsciente en apenas unos segundos. Ni siquiera le había dado tiempo para entender que era lo que estaba sucediendo.
-Ya está hecho. Pensó. -Ahora es el momento de terminar lo que vine a hacer.
La sangre comenzó a brotar, tiñendo de rojo la sucia alfombra gris. Su idea no era dejar que se desangre y, además, alguien podía haber escuchado algo, debía actuar con prisa.
No tenía intención alguna de matarlo, aunque por momentos se había sentido tentada de hacerlo. Pero estaba segura de que había hecho lo correcto … Monstruos como aquél no merecen el lujo de morir. Deben vivir atormentados el resto de sus vidas para pagar por los crímenes y daños que cometieron a los demás.
En vez de asesinarlo, haría algo con lo que el Juez tendría que aprender a lidiar. Algo que no le dejaría olvidar jamás lo que le había hecho a ella, a su hermana y quién sabe a cuántos más. Iba a arrebatarle eso que él tanto apreciaba, aquello que él consideraba su instrumento de poder.
-Vas a sufrir el resto de tu patética existencia mal parido. Dijo suavemente, mientras lo observaba de pie con los ojos cargados de ira y sacaba un brillante y filoso cuchillo de su bolso negro.
Durante su tiempo en el internado había demostrado gran interés por la medicina en general, particularmente el campo de la cirugía. Claro que nadie le dio demasiada importancia, pues los libros eran de acceso general. Servían, entre otras cosas, para mantener ocupados a los pacientes y, en muchos casos, ayudaban a que se recuperaran.
Por eso, al ver que ella había logrado salir de su profundo trauma y, finalmente, se interesaba en algo más que en llorar y gritar, los médicos estuvieron más que dispuestos a responder cuanta pregunta se acercara a hacerles.
Ahora era el momento de poner en práctica esos conocimientos adquiridos.
Sacó un pequeño mechero de su bolso y lo prendió, calentó su cuchillo por unos minutos y se dispuso a quitar los restos de piel y carne. Para poder así cauterizar y desinfectar la herida que había dejado la bala. Evitando que el corrupto y perverso Juez perdiera más sangre de lo necesario o que enfermara por alguna infección. No podía permitirle morir. Aunque, seguramente, de saber lo que le esperaba, él lo hubiera preferido.
Cuando el metal caliente tocó la carne, el sonido chirriante y olor de la piel quemándose, le provocaron náuseas… A tal punto que casi pierde la conciencia. Sin embargo, esa situación le trajo a la mente momentos terribles que la habían atormentado durante su infancia. Logrando que la sed de venganza la mantuviera firme, fría y fuerte para alcanzar su cometido.
Ahora el trabajo estaba completo.
Se deshizo de toda prueba que la involucrara con el hecho. Sólo se tomó el tiempo de escribir una pequeña nota, impresa con la máquina de escribir que el propio torturador había usado tantas otras veces para acosarla. Y la dejó en el suelo, justo al lado del desmayado hombre.
Limpió y guardó cuidadosamente todos los elementos utilizados para el acto en una bolsa sellada. y, a su vez, dentro del pequeño bolso negro. Más tarde, lo enviaría con datos falsos a algún lugar impensado de un país lejano, donde nunca nadie pudiera encontrarlo.
Estaba completamente segura de que no lo había reconocido. Además, ella nunca podría haber sido. Después de todo, para él, ella siempre había sido una niña inútil, carente de fuerza, sumisa y torpe. Sin dejar de lado el hecho irrefutable de que, supuestamente, todavía debía estar internada en el psiquiátrico; tenía la coartada perfecta.
Teóricamente no saldría sino hasta el día siguiente y eso tanto él como el juzgado lo sabían perfectamente. Pues era un íntimo amigo del Juez quien había dictado la sentencia hacía 4 años. Además, en el internado, recibía al menos una carta anónima por semana. Cargadas de amenazas e intimidaciones cuyo contenido sólo el Juez podía conocer. Siempre estaban escritas a máquina, para ocultar el origen de las mismas e impedir todo tipo de análisis caligráfico.
Pero cada máquina de escribir tiene una forma específica de imprimir las letras sobre el papel. Y ella conocía muy bien las características particulares, que identificaban a la máquina del despacho del monstruo, que la había acosado durante toda su infancia. Esa mierda de letra S torcida, la A incompleta y el tilde borroneado eran inconfundibles.
Todo eso la había ayudado a llegar a la conclusión de que él sabía dónde estaba internada. Y, cuando recibió la última carta, logró confirmar todas sus sospechas. Porque, a diferencia de todas las otras, ésta sólo rezaba, en medio de la hoja:
“Nos vemos en unos días, bonita.”
Seguramente, al escribir las cartas, el Juez habría pensado que nunca podrían incriminarlo por eso, había tomado todos los recaudos para que nadie supiera o pudiera averiguar el origen de los escritos. Y nadie iba a hacerle caso a una loca depresiva como ella. Sin embargo, no contaba con que la chica podría valerse de ellas para conseguir un aliado en la institución. Alguien con el poder, o la habilidad, suficiente como para permitirle salir apenas unas horas antes de lo acordado. El tiempo necesario para llevar acabo su elaborado plan.
Revisó toda la habitación con la mirada para asegurarse de que nada quedara fuera de lugar. Tomó el teléfono del escritorio, llamó a emergencias y con voz calmada pidió una ambulancia, para luego cerrar la puerta e irse de allí.
Al salir por la parte trasera de la casa, se quitó la máscara y la gorra bajo las que ocultaba su pálida tez y su largo pelo castaño ondulado y los metió dentro de su cartera. Caminó unas cuantas cuadras bajo la lluvia y, cuando estuvo a una distancia prudente, paró un taxi.
En ese mismo instante, los paramédicos ingresaron a la habitación del Juez sin siquiera imaginar lo que se iban a encontrar allí. Dentro el aire era denso, había una atmósfera nauseabunda y húmeda, lo cual acentuaba aún más el fuerte olor a sangre y a piel quemada.
Se cubrieron la nariz y boca para no respirar el inmundo hedor y poder continuar con su labor.
Encontraron el cuerpo tendido, boca arriba, detrás del escritorio. Notaron que no traía puestos los pantalones, que su camisa estaba un poco manchada con sangre y que un trapo estaba cubriendo sus genitales. Chequearon los signos vitales, comprobando que seguía con vida. Su corazón latía lentamente y su respiración era normal. Salvo por las manchas de sangre, en apariencia, era un hombre plácidamente dormido. No fue sino hasta cuando empezaron a subirlo a la camilla, que se toparon con la terrible y macabra escena, que se ocultaba bajo la mantita en su entrepierna.
Su pene y testículos habían sido completamente removidos. La cicatriz resultante del impecable corte y la cauterización, podrían ser tranquilamente la envidia del más prolijo y profesional cirujano. El empeño y dedicación que el ejecutor había puesto acto eran evidentes.
Tal era la perfección que, si no fuera por la sangre y la herida fresca, daba la impresión que, en realidad, ese hombre nunca había tenido genitales.
Taparon al individuo inconsciente y, en el momento en que se disponían a llevarlo a la ambulancia, uno de los camilleros reparó en el pequeño papel blanco, como del tamaño de una tarjeta de presentación, que se encontraba tirado en el suelo …
La levantó y leyó en voz alta y queda lo que estaba escrito en él. -Por todo lo que hiciste.
-Que habrás hecho hermano… Dijo meneando lentamente la cabeza hacia los lados, mientras depositaba la pequeña tarjeta sobre el escritorio y dejaban la habitación.
-Al aeropuerto internacional, por favor. Dijo ella mientras miraba como las gotas se deslizaban lentamente por los vidrios del taxi. -Me espera un vuelo a un lugar mejor.
-Cómo no. Respondió amablemente el chofer. -Señorita, no le gustaría una toalla para secarse un poco?
-No, muchas gracias. Dijo ella. -Estoy bien así.
Encendió su reproductor de música, se puso los auriculares, cerró sus ojos, sonrió levemente y se relajó. Al fin
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Hace 8 meses
6 delirios:
¡Apaaa! ¡Una Lorenita Bobbit veintediez!
¡jajaja!
Muy buena la historia, genial el final, de hecho me la imagino escuchando un tema de Coldplay, ponele y con la sonrisita de cuasi tranquilidad en la cara.
¿Vio? No siempre ganan los malos :)
Siga escribiendo, siga que le sale divino.
Besote Sheerrrrrmiiiii!
ahora me estoy yendo pero ya te voy dejando un comment. en casa leo. qué se siente tener capacidad para la informática y escribir sin faltas de ortografía? muchos besos♥♥
Euge querida, (laconicalambada)
jajaja yo me siento muy bien, pero soy casi un obsesivo con el tema de las faltas de ortografía y la redacción...
Si en algún momento te mando un mensaje de texto vas a entender a que me refiero. Pongo puntos, comas y las palabras lo más completas que pueda. Decí que mi celular no manda los tildes, porque sino también los pondría.
De todas maneras, suelo mandarme algunas burradas, más que nada cuando las historias me surgen y no me detengo a escribirlas como corresponde. Después las releo y me quiero matar =P
Bienvenida! Espero que disfrutes tu estadía =)
Besos!!
Esto me trajo muchos recuerdos de la película Hard Candy.
Qué buena que estaba Ellen Page.
Liederkränz,
Bienvenido a historias del viento! Puede ser que haya algún parecido...
Tendría que ver Hard Candy primero =P
Concuerdo, que buena que está Ellen Page, aunque en esa película (supuestamente) es menor de edad jajajaja
Gracias, señor. :)
Bueno, en cuanto a la peli es muy recomendable. Un poco inquietante en algunas partes y más para nosotros los hombres :P, pero muy buena.
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